jueves, abril 26, 2012

'Los Vengadores', el mayor espectáculo superheroíco de la historia

Hay quien piensa que las expectativas, sobre todo cuando son muy elevadas, son un mal compañero de butaca en el cine. Que si se piensa que lo que vamos a ver es grandioso, nada de lo que se nos ofrezca estará a la altura de lo que deseamos ver. Si tú, amigo lector, piensas así cuando vas a ver una película y te fías, aunque sea mínimamente, de las opiniones que suelo plasmar aquí, igual no te conviene seguir leyendo lo que tengo que decir de Los Vengadores. Porque, y ya lo dejo claro desde el principio, estamos ante el mayor espectáculo de superhéroes que se ha realizado nunca y ante una de esas películas que se convierten en un modelo a seguir durante décadas, como en su momento lo fue el Superman de Richard Donner para contar el origen de un héroe de cómic o El Caballero Oscuro para narrar su vertiente más oscura y realista. Los Vengadores triunfa a todos los niveles porque es imposible hacer esta película con un mayor cariño hacia los personajes y hacia un tipo de cine, el blockbuster hollywoodiense, a menudo demasiado despreciado. Yo, que no lo desprecio, sólo puedo decir que hacía años que no disfrutaba tanto en una sala de cine.

Conocidos los cinco antecedentes de Los Vengadores, el primer triunfo de Joss Whedon a la hora de encarar esta película está en que no son en absoluto necesarias para comprender este filme. Sí, por supuesto, para saber más sobre los personajes que van a acompañarnos durante casi dos horas y media gozosas de principio a fin. Quizá la más necesaria en ese sentido sea Thor, más que nada debido a que el villano de la función (como en el cómic que dio origen de Los Vengadores) sea Loki, e incluso Capitán América. El primer Vengador para saber algo más de la naturaleza del artefacto que sirve de excusa argumental al filme. Pero Whedon se las ingenia para montar una estructura lógica y asumible. Es cierto que hay pequeños fallos de continuidad con las películas anteriores (¿cómo vuelve Thor a la Tierra?) e incluso que la premisa argumental es algo débil, pero llegados al final de la película son detalles nimios en comparación con el divertimento salvaje que ofrece, pues casi hay más acción aquí que en las cinco ya mencionadas juntas.

Porque Whedon lo que hace es coger lo mejor de cada una de las películas anteriores, mezclarlo con su innata capacidad de gestionar repartos con muchos nombres (siempre recomendaré en ese sentido su tristemente breve serie Firefly, un prodigio televisivo que no tuvo suerte en su momento y que en España es muy desconocido) e introducirle las dosis justas de sentido del humor (una constante en la película) y, por supuesto, de épica. Porque no hay otro adjetivo mejor para calificar el clímax de la película, salvaje, intenso, gigantesco, modélico en todos los aspectos. En él da tiempo a construir a los personajes psicológica y visualmente y también a dar un curso de cine. Es impagable el plano secuencia con el que Whedon muestra, a una velocidad trepidante, cómo luchan los Vengadores como equipo. Ese momento pasa desde ya a los anales de la historia del cine de fantasía y ciencia ficción. Sobra decir que los efectos especiales son impresionantemente buenos, y que convierten a la Viuda Negra en una acróbata descomunal, a Ojo de Halcón en el arquero que debe ser, a Hulk en la imparable fuerza de la naturaleza que tiene que ser o a Thor en un auténtico semidios.

Pero no está ahí, en la excelencia visual, lo que hace de Los Vengadores algo único. Eso tan especial es el alma que tiene la película. Los seis héroes tienen su momento de gloria, al menos uno que hable de la capacidad que han tenido estos personajes para enamorar a tantos aficionados durante cinco décadas. Y, seguramente, está aquí la mejor versión de todos ellos, mejor que lo que les hemos visto hasta ahora, pensemos que es bueno o no tan bueno. Si hay uno que mejora de forma exponencial, ese es Hulk. Y si no me creéis, no tenéis más que ver todo su papel en la batalla final por las calles de Manhattan pero, sobre todo, su irrupción en la misma. Es de esos momentos que hacen que un escalofrío te recorra la espalda mientras piensas que, por fin, alguien ha entendido a un personaje casi siempre maltratado por sus versiones de carne y hueso. Pero no es el único. Es que está todo en la película, todo lo que cabe esperar de ella y del desarrollo de sus protagonistas. De los humanos y de los inmateriales. Que levante la mano el aficionado Marvel que no se emocione al ver el Helitransporte de SHIELD por primera vez. O que no sonría en el inevitable y como siempre divertidísimo cameo del creador del Universo Marvel en los cómics, el mítico Stan Lee.

La mayor sorpresa que esconde esta película, con respecto a cómo probablemente mucha gente se ha imaginado que podría ser, es la gran cantidad de momentos cómicos que reúne. Whedon se acerca a la delgadísima línea que separa una película divertida de una ridícula, precisamente porque abundan los momentos para reír. Pero siempre se queda en el lado bueno de la frontera. Esa comicidad, ese saber reírse de lo que el director tiene entre manos, es lo que le ha faltado a muchas adaptaciones de cómic. Aquí nada sobra, nada suena extraño. Y qué decir de los actores. Este Universo Marvel cinematográfico cuenta con un casting brutal. La socarronería de Robert Downey Jr. como Iron Man, la grandeza de Chris Evans como Capitán América, la calculada ambigüedad de Mark Ruffalo como Bruce Banner y como Hulk, la clara mejoría de Scarlett Johansson como Viuda Negra con respecto a Iron Man 2, el misterio que aporta Jeremy Renner a Ojo de Halcón, la planta imponente de Samuel L. Jackson como Nick Furia, lo maquiavélico que puede ser Tom Hiddleston como Loki, la ironía de Clark Gregg como el agente Coulson y la seriedad de Cobie Smulders como la agente Hill son sencillamente brillantes.

Los Vengadores es una montaña rusa desde el principio. Es evidente que cuando se pone toda la carne en el asador es en su descomunal batalla final, pero todas las secuencias de acción son impactantes. Todas, sin excepción. Y sus bromas son divertidas, igualmente sin excepción. Es un sueño hecho realidad. Y cuando uno está pensando que no hay nada que pueda hacer de Los Vengadores una película más espectacular, satisfactoria, gozosa y entretenida, llega el epílogo que Joss Whedon ha incluido y del que hay que ser un insensato para revelar nada, aunque es verdad que sólo los fans de Marvel lo comprenderán en toda su magnitud. Y, una vez entendido y asumido, sólo queda comportarse como un fan hambriento de más y desear que llegue ya, cuando antes Los Vengadores 2. Eso sí, después de haber saboreado en el cine en más de una ocasión este audaz vehículo de hacer felices a quienes hemos leído cómics de superhéroes durante años y de ofrecer un sincero gran rato a quienes no conozcan de nada a estos personajes. Una joya a día de hoy inigualable. Sin más y sin complejos.

jueves, abril 19, 2012

'Al borde del abismo' y 'Contraband', muestras de thriller rutinario

La premisa de Al borde del abismo hace albergar esperanzas de ver un thriller original, pero al final esas expectativas se derrumban cual castillo de naipes y dejan al espectador con la más que seria posiblidad de hacer chistes sobre el título de la película y su resultado final. La película presenta a un tipo subido a una cornisa que amenaza con tirarse. La intriga por conocer sus motivos, qué pretende conseguir llamando la atención de tanta gente y por qué interactúa con el resto de personajes de la película apunta elementos de interés. Pero se caen por su propio peso en una trama que roza el absurdo en algunos momentos y que está tan cogida con alfileres que es fácilmente desmontable en demasiados tramos de la película. Quizá es la penitencia que se paga por tener director (Asger Leth) y guionista (Pablo F. Fenjves) debutantes en la gran pantalla, pero parece un peaje excesivo.

El reparto también hacía pensar en algo interesante, pero su trabajo es como el resultado de la película, rutinario. A Sam Worthington tanto le da subirse a una cornisa que pelear contra el Kraken en Furia de titanes, pero da cierta pena ver a Ed Harris, casi siempre enorme durante tantos años, con un personaje tan plano y previsible, o a Jamie Bell como simple comparsa. Lo que sí resulta chocante es el personaje de Elizabeth Banks. Dando vida a una negociadora que acaba de perder a un suicida, es el mayor atisbo de profundidad psicológica que se encuentra en Al borde del abismo, aunque casi parece por casualidad. Al final queda la sensación de que su presencia en la película, por mucho que su interpretación sea la más solvente de todo el reparto, no es más que la triste cobertura de la cuota femenina.

Al borde del abismo tenía el argumento, el escenario y en muchos casos los actores adecuados para ser un thriller al menos intersante. Y aunque en algunos instantes da el pego, en cuanto queda meridianamente clara la trama todo pierde interés a marchas forzadas. Sus intentos de rodear a la historia principal de otros elementos más trascendentes (como la crítica a la prensa sensacionalista) sí que son un fracaso. Sin llegar al desastre absoluto precisamente porque en cierta medida traza unas interesantes relaciones personales que sostienen la trama durante algunos minutos, lo cierto es que es una película decepcionante. Sirve para pasar el rato y muy poquito más, porque cuando llega el final tanto da que el protagonista hubiera saltado antes o que el robo del siglo fuera verdad. ¿O era mentira? Insisto, da lo mismo.
Contraband tiene una factura más cuidada, pero tampoco llega a compensar las casi dos horas de visionado. Comienza su historia cinematográfica con una curiosa paradoja. El filme es un remake de un título islandés, Reykjavic-Rotterdam, protagonizado por Baltasar Kormákur, director de la película norteamericana. Sin conocer el original es imposible comparar, pero Contraband se pierde en lo rutinario, en lo ya visto, en la sencillez más pobre de la trama y de los personajes. En realidad, es una de esas películas que se están convirtiendo en el modo casi único de afrontar el thriller en Hollywood. Tienes un grupo de protagonistas que están al otro lado de la ley, que son ladrones o, en este caso, contrabandistas profesionales, pero la historia quiere forzar al espectador a que le caigan irremediablemente bien. Son buenos, son graciosos, quieren mucho a sus familias y se merecen el final feliz. Muy visto.

Lo que más sorprende en Contraband es un tipo de violencia muy concreto, y es el que sufre la mujer. Kate Beckinsale, muy lejos de los habituales papeles de heroína en los que tan cómoda se siente, se mete aquí con cierta destreza en la piel de una madre de familia casada con un ex traficante, que lo ha dejado y que ahora vive de las rentas y de un trabajo honrado. Ella es su punto débil, es el medio por el que se le puede chantajear, dándole así la película un papel muy secundario y algo anticuado. Lo curioso es que en esta película las amenazas son más reales y violentas que en la mayoría de las ocasiones. Ni bueno ni malo, ni mejora ni empeora la película, es simplemente un detalle chocante y que desmarca Contraband de la rutina más absoluta en la que caen sus escenas de acción, sus momentos de coleguego o, ya mencionado, su previsible final.

Mark Wahlberg está desaprovechando por desgracia el prestigio que le dio su brillante papel secundario en Infiltrados, la película que le dio el Oscar a Martin Scorsese, y se fotocopia de película en película sin que se note demasiado la diferencia entre una y otra, con excepciones sin tirar cohetes como The fighter. Lo que él hace es interpretar al protagonista y nada más. Ni matices ni historia. El resto del reparto hace lo propio. Los malos son muy malos, los buenos son muy buenos. Y no procede decir quién es cada uno, aunque todo se ve venir con cierta facilidad, por no destrozar esas pocas sorpresas que puede plantear al guión. Kormákur rueda con cierta eficacia pero sin deslumbrar. Y así se construye un thriller más con el que adornar la cartelera previa a la temporada de verano.

martes, abril 10, 2012

Antes de 'Los Vengadores'...

Hay que retroceder hasta los años 60 del siglo pasado para conocer el origen de los superhéroes de Marvel Comics. Uno de los aspectos más novedosos que introdujeron, además de ser personajes realistas con problemas con los que se pudieran identificar los lectores (más allá, obviamente, del toque fantástico que sus superpoderes daban a las historias), fue el concepto de universo. Todos estos personajes vivían en el mismo universo, interactuaban, sus vidas y sus aventuras se cruzaban con naturalidad en las diferentes colecciones. Lo que hoy parece tan evidente y cotidiano, en los años 60 era un terreno inexplorado y novedoso. Las películas que llevamos viendo desde 2008 y que ahora confluirán en Los Vengadores, de Joss Whedon, han heredado ese mismo concepto. Y eso, al margen de la mayor o menor calidad de las películas (que a mí me parece notable), es un concepto que está ayudando a escribir la historia de las superproducciones hollywoodienses de nuestros días, porque nadie hasta ahora lo había hecho. Son cinco los títulos que merece la pena ver antes de afrontar la reunión de sus personajes en Los Vengadores.
· Iron Man (2008)
Robert Downey Jr. es el perfecto Tony Stark. Socarrón, aventurero, cínico y atractivo. Jon Favreau, director de esta película inaugural del Universo Marvel cinematográfico, supo sacar todo el jugo a una interpretación logradísima y que ya forma parte de los cánones del personaje por derecho propio. Iron Man se convirtió en un magnífico espectáculo superheroíco, apto para todos los públicos, incluso para los que no conozcan el cómic, gracias al carisma de su protagonista, una buena historia, una lograda atmósfera y unos espléndidos efectos visuales que nunca se superponen a la historia. Del resto se encarga el actor protagonista. Quizá el punto menos positivo de la película es el que sufren todas las películas de estas características, que siempre optan por contar el origen del personaje y eso lastra la narración en algunos momentos. Pero es tan entretenida que, al final, ni se nota.
· El increíble Hulk (2008)
Aunque Hulk (2003) es una película apreciada en algunos sectores, Ang Lee fracasó al llevar a la vida al personaje. A la hora de retomar la historia, El increíble Hulk se planteó desde el inicio con la intención de que el gigante verde tuviera una adaptación digna en la gran pantalla. Y se consiguió. Louis Leterrier no es precisamente un artesano, pero supo insuflar vida a un efecto digital con la ayuda de un muy buen trabajo de Edward Norton (será el gran ausente de Los Vengadores, sustituido por Mark Ruffalo a causa de eso que llaman en Hollywood diferencias creativas) y encajarlo en una historia atractiva y conseguida. La clara apuesta por la acción, sin dejar de lado en todo caso los aspectos más humanos de Hulk, fue un acierto. La lucha final entre Hulk y Abominación fue un más que digno colofón a una película que, quizá siendo la más floja y la más desconectada de todas las que confluyen en Los Vengadores, rozó el notable.
· Iron Man 2 (2010)
Jon Favreau repitió en la dirección de la secuela de Iron Man. Por un lado, acertó al proponer más espectáculo, ya libre de las ataduras inherentes a la narración del origen del personaje. Por otro, falló en la elección de los villanos. El principal, Mickey Rourke no termina de ser un enemigo convincente ni ofrece un clímax lo suficientemente espectacular. Con poco metraje, la inclusión de Scarlett Johansson como la Viuda Negra pareció más una introducción a Los Vengadores que una necesidad narrativa. Pero Robert Downey Jr. sigue siendo el mayor acierto de cásting de las películas Marvel y se echa la película a sus espaldas en todo momento. El resultado, en cualquier caso, es de nuevo un entretenidísimo espectáculo, quizá levemente por debajo del original. En el crecimiento del universo Marvel que ofrece se agradece la inclusión de Máquina de Guerra y detalles sobre el padre de Tony Stark, que después jugaría un papel importante en Capitán América. Por si alguien lo dudaba, era la prueba de que Los Vengadores estaba sobre la mesa.
· Thor (2011)
De estas cinco películas, Thor es quizá la que merece el juicio más ambiguo. Es, probablemente, la que más mimbres tenía para ser una gran película que trascendiera el género de superhéroes, pero Kenneth Branagh sólo consigue dar los pasos necesarios en el primer tercio de la película, el que se desarrolla en los mundos mágicos de los dioses de Asgard. Chrish Hemsworth, sin demostrar grandes dotes como actor, es un gran acierto de casting para dar vida a Thor, al igual que Anthony Hopkins y Tom Hiddleston (que volverá en Los Vengadores) en los papeles de Odín y Loki. Branagh falla en muchos momentos del camino del héroe en la Tierra, con la inclusión de una anodina Natalie Portman y un duelo final contra el Destructor que resultó algo pobre. Al resto de la película le faltó la espectacularidad de aquellas primeras escenas ymontaje final muestra un extraño ritmo que sitúa el pico climático al comienzo y no al final. La recreación de Asgard es notable y también la breve introducción de Ojo de Halcón.
· Capitán América (2011)
Chris Evans ya había sido la Antorcha Humana en las películas de Los 4 Fantásticos y eso suscitó dudas sobre su capacidad de interpretar a Steve Rogers, el más patriótico de los superhéroes. Pero lo consiguió, ayudado por unos fantásticos efectos visuales que hicieron creíble su transformación de tipo enclenque a supersoldado. Joe Johnston elaboró un magnífico espectáculo, entretenido en todo momento, con una ambientación de época formidable y un innegable tono aventurero, además de notables escenas de acción. Hugo Weaving, en un espléndido reparto de secundarios, es un Cráneo Rojo de categoría. Como Thor, que fuera en 3D supuso un añadido innecesario. Si hay una película necesaria antes de ver Los Vengadores, esa es sin duda Capitán América. Que su subtítulo sea El primer Vengador es la pista más clara. Su metraje está lleno de referencias a este Universo Marvel que se viene construyendo desde 2008.
· El Universo Marvel
Hay dos elementos que han servido para crear ese concepto de universo también en el cine. El primero, las escenas que sirven como epílogo a todas estas películas, y que tienen como protagonista a Nick Fury, interpretado por Samuel L. Jackson. En ellas se han ido introduciendo vínculos y motivos argumentales de cara a Los Vengadores, desde la que abrió la puerta a todo este universo en Iron Man (en la que da la sensación de que no estaba del todo claro cómo iba a hacerse Los Vengadores) hasta la de Capitán América, que añadía, de hecho, el primer trailer de la película que dirige Joss Whedon. El segundo son los cameos de Stan Lee, el padre del Universo Marvel en el cómic. Este detalle no es exclusivo de las películas que desembocan en Los Vengadores (también aparece en las películas de otros de los personajes que creó, como Spider-Man Los 4 Fantásticos o X-Men), pero ayuda a darle esa mayor cohesión desde el punto de vista del aficionado, que no narrativamente puesto que siempre interpreta a personajes diferentes.

miércoles, abril 04, 2012

'Take Shelter', brutal retrato de la paranoia y el miedo

El cine ha demostrado tantas veces que el tamaño no importa a la hora de contar grandes historias que empezar diciendo esto de Take Shelter parecerá una obviedad. Es, en efecto, una película de corte independiente protagonizada por dos rostros conocidos pero lejos todavía del estrellato (más en el caso de Michael Shannon que en el de una Jessica Chastain tan ocupadísima como brillante durante 2011). Y es, al mismo tiempo, un gran retrato de la paranoia y el miedo. Y digo grande en muchos sentidos. En el de la calidad, indudablemente, porque Jeff Nichols propone una película inquietante a muchos niveles, pero también en el de las aspiraciones, porque Take Shelter aspira precisamente a eso, a pintar un amplísimo lienzo sobre la psicología humana a partir de un personaje en apariencia corriente. Una gran historia en un pequeño envoltorio hacen aquí una espléndida película.

Aproximarse a Take Shelter por sus nombres ofrece sensaciones contradictorias. Dirige Jeff Nichols, que sólo tiene una película en su haber, Shotgun Stories. Nada impactante por ese lado. Los dos actores sí son puntos de interés. Michael Shannon fue candidato al Oscar al mejor actor secundario por su magnífico papel en Revolutionary Road y se prepara para ser el villano del próximo Superman en The Man of Steel, mientras que Jessica Chastain es una de las formidables actrices de Criadas y señoras (papel que le valió la nominación) y a la que también se pudo ver en El árbol de la vida y La deuda. Pero el serio aviso pasa por ver a los hermanos Strause entre los productores ejecutivos. Por si alguien no ubica el nombre, son los dos técnicos de efectos especiales que se lanzaron a la dirección en joyas como Aliens vs. Predator 2 y Skyline. Por ellos, es lícito pensar a mpriori que Take Shelter podría esconder un nuevo despropósito de corte fantástico. Pero nada de eso.

Lo que ofrece esta película es un espléndido retrato psicológico de un hombre que, a causa de unos extraños sueños en los que sus seres queridos (su esposa y su hija, sordomuda ésta) sufren y le hacen sufrir, comienza a sentir un miedo incontrolable en la vida real que desemboca en la paranoia de sentir la necesidad de construir un refugio para tormentas en el jardín de su casa. Lo que Nichols construye alrededor de las magníficas interpretaciones de Shannon y Chastain es un profundo retrato psicológico que siempre bordea la frontera de lo que es real y de lo que no lo es, dejando las respuestas en manos del espectador. El protagonista, Curtis, traslada todo el temor que siente en sus sueños a su vida cotidiana. En el trabajo ya no es el mismo, con su mujer tampoco. Y la historia va creciendo en ese sentido hasta desembocar en un poético y formidable desenlace, que eleva las buenas sensaciones que deja la película hasta un nivel superior.

Take Shelter es una película acerca de miedos y barreras. Y sería un profundo error limitar ese análisis del miedo a la parte más onírica (¿más fantástica?) de este relato. Nichols representa los sueños de una forma maravillosa, introduciendo sin remedio al espectador en esos momentos de pánico sin posibilidad de evitar lo que sucede en ellos. Son momentos que generan un desasosiego salvaje y que están magníficamente intercalados en la anodina realidad de un hombre cualquiera que vive en el estado de Ohio. Pero, insisto, la cosa no queda ahí. Curtis es un hombre retraído, al que le asusta lo que su esposa, sus compañeros de trabajo y sus vecinos puedan pensar de él si supieran lo que le está pasando por la cabeza. Cree que le tomarían por loco, que le inernarían en un psiquiátrico. Y lo oculta. Intenta lidiar él solo con la tormenta psicológica que le está afectando. En ese sentido, que su hija sea sordomuda es una maravillosa alegoría en el guión que no cabe más que aplaudir. Las barreras físicas de la pequeña son las mismas que el adulto se autoimpone y no es capaz de superar.

La brutalidad de estos miedos y sus efectos es producto de la ambición de la película, una ambición que sólo patina en un aspecto. La duración de Take Shelter, ligeramente superior a las dos horas, se antoja algo excesiva, lo que lleva a que algunas de sus escenas bordeen la repetición. Es, quizá, el único pero que se le puede poner a un filme que logra todos sus objetivos. No es fácil decir si es el guión lo que hace crecer el trabajo de los actores o si son éstos los que hacen que un buen guión parezca todavía mejor. Quizá sea una de esas veces en que hay una simbiosis perfecta entre ambos planos. Lo que sí está claro es que Take Shelter es una de esas películas que, desde su pequeño envoltorio y su gran anonimato antes de llegar a las salas, consiguen atrapar al espectador que esté dispuesto a dejarse seducir por esta poderosa contraposición de una vida aburrida y un miedo sobrecogedor, tan real como imaginario. Y hace que el nombre de Jeff Nichols quede apuntado y subrayado para prestar atención a sus futuras películas.

lunes, abril 02, 2012

'Blancanieves', comedia sin hadas

Quien espere ver en Blancanieves un cuento de hadas, se ha equivocado de película. Aquí ni hay hadas ni hay magia, casi no hay ni cuento, porque todavía no he sido capaz de encontrar qué quiere contar la película. Lo que hay es comedia. Pura y dura. Y, para ser francos, comedia más bien normalita tirando a triste. Tarsem Singh se embelesa él solo con el aspecto visual tan característico de sus películas y se olvida, una vez más, de cuidar una narración repleta de altibajos, de momentos perfectamente olvidables e incluso de cambios en la historia casi pensados para enfadar al más purista de los aficionados al cuento original o a su versión más popular, la de Walt Disney. Blancanieves, la primera de las versiones de esta historia que veremos este año, es un título totalmente prescindible, en el que nada nuevo hay que rascar y que es, desde ya y sin necesidad de comparar el resultado con la adaptación que veremos próximamente, una rareza difícil de explicar.

Viendo Blancanieves es complicado entender qué ha motivado a los prácticamente desconocidos Melissa Wallack y Jason Keller para crear un guión como el que escriben. Cogen Blancanieves, dispersan sus detalles más significativos a lo largo de sus páginas, pero lo hacen sin demasiado sentido, lo que demuestra que en el fondo les da igual ese cuento, porque lo mezclan sin rubor con La Bella Durmiente, Caperucita Roja o incluso con la leyenda de Robin Hood (porque, claro, ¿qué sería de Blancanieves si durante cinco minutos de película, sólo cinco minutos, no robara a los ricos para dárselo a los pobres?). Qué más da, el caso es hacer algo extraño y que llame la atención. Y a eso se suma el particular estilo visual de Tarsem Singh, que en este caso ni siquiera es tan personal como cabría parecer. La influencia de la olvidable Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton, cuyo éxito es seguramente el origen económico del lanzamiento de esta Blacanieves, es más que evidente. Ni historia ni diseño cumplen su función, así que esta película está ya tocada desde su origen.

Es una comedia. Eso es más que evidente. Y la comedia gana terreno a la historia en todo momento. Se busca más el gag que la narración coherente. Y lo peor es que tampoco se consigue hacer reír. Blancanieves es una comedia, pero no una película divertida. Puede que algún momento de esos enanitos tergiversados y rebautizados sí sea simpático, pero ya. De hecho, el personaje más gracioso de Blancanieves es la Reina que interpreta Julia Roberts, la única actriz de todo el reparto, puede que junto a un Nathan Lane que en el fondo suena muy repetitivo, haya entendido el tono que quería tener la película. Al mismo tiempo, eso supone que la malvada reina es de todo menos malvada. ¿Inspira terror? En absoluto. Entonces, ¿qué razón de ser tiene el personaje? Difícil de encontrar. Y más teniendo en cuenta la nula química que hay con su supuesta antagonista, una sosa Lilly Collins, que en ningún momento parece creerse el personaje de Blancanieves.

De alguna bizarra forma (y el también disparato final musical no hace más que acentuarlo), da la impresión de que esta Blacanieves quiere ser un Shrek de imagen real, una especie de variación cómica del cuento de hadas. Desde luego, le falta el cinismo del primer Shrek para cumplir ese objetivo, pero también un guión mucho más acertado, unos personajes más carismáticos y unas interpretaciones más sólidas. Blancanieves casi parece que, sabedora de que no consigue una entidad propia en ningún momento, va recortando detalles de otras historias, incluyendo un cameo final que inevitablemente recuerda demasiado al de Sean Connery en el Robin Hood. Príncipe de los ladrones de Kevin Costner. Quizá el único detalle atractivo y original de esta revisión del cuento clásico esté en lo que da título original a la película, Mirror, mirror, y es el juego dimensional de espejos que, por desgracia, tampoco está bien explicado o aprovechado en el montaje final. Un montaje en el que sobran tantas escenas que, de haberse recortado todas, tendríamos a lo mejor un digno cortometraje.

Blancanieves se me queda en un error a todos los niveles. Si no quiere ser un cuento de hadas, es absurdo coger la historia de Blancanieves. Para hacer una comedieta infantil en la que lo más gracioso sea ver a un príncipe comportándose como un cachorrito, a una doncella que lejos de estar en apuros pelea con espada y recibe cachetes en el trasero mientras aprende a hacerlo, o que los enanos lleven zancos no hacía falta buscar una historia tan conocida. Si a eso añadimos que el estilo visual de Tarsem Singh (Immortals está muy reciente; sus otras dos películas son La celda y El sueño de Alexandria) a mí nunca me ha llenado y aquí es mucho más dibujo animado que nunca, lo que queda es un disparatado despropósito difícil de entender. O igual es que para mí un cuento de hadas es otra cosa.